En primer lugar es necesario informar que el tema, que en esta
oportunidad abordo, versa sobre el contenido místico/filosófico, o valdría más
decir: Simbólico/esotérico/filosófico de (como el título indica), la Unidad, La
Dualidad, y la Trinidad.
Cabe destacar que a pesar del esfuerzo hecho por desvincular cada punto
del otro, y presentarlos a todos y cada uno de manera aislada, al revisar lo
escrito he “descubierto” que: Ineludiblemente, los mismos se encuentran
concatenados, concatenación que se origina en el hecho de que la existencia de
cada uno es corroborada por los demás.
Así, en función de lo expuesto en el párrafo anterior, agradezco a mis apreciados
lectores su condescendencia al permitirme esta “libertad literaria”.
EL UNO
El Uno representa un comienzo, una porción, también un principio, un
algo que necesita de su “opuesto” para conseguir la manifestación.
Sin duda “Las cosas” por si solas no se manifiestan, necesitan de una
“contraparte” para ser.
Así, el Oriente no existiría, sin la presencia del Occidente.
El Uno es, siempre, la mitad, que buscando la otra mitad y hallándola, se
hace dual, pudiendo de esta manera manifestarse.
Podemos concebir “El Uno” como el extremo cualquiera de una línea, que
no sería una entidad distinguible, ni se manifestaría como una cosa, si no
existiera el otro extremo… el extremo opuesto, es decir: El Uno existe, es o se
manifiesta por parangón, toda vez que sin su otra mitad (dual) no tendríamos
consciencia de su existencia.
El Uno por sí mismo, y en sí mismo es imperfecto, representa un germen,
un elemento primario, un comienzo; puede ser una unidad en sí mismo, pero no
puede manifestarse mientras esté solo, de esta manera, no existiría lo positivo
sin la substantividad de lo negativo, no sabríamos de la izquierda sin la existencia
de la derecha, la columna “J” no tendría sentido sin la corporeidad de la
columna “B”.
El concepto emitido en el párrafo anterior evidencia que mientras El Uno
está solo no está completo, y busca siempre su otra mitad, su naturaleza
“opuesta”, para producir lo mejor de sí.
En la antigüedad existía un principio/ley: “Uno el todo”, o todo es uno,
en consecuencia: todo está sustentado y contenido en la unidad.
Lo expuesto en párrafos anteriores no es antagónico a ese
“principio/ley”, todo lo contrario, se fundamenta en ese “principio/ley”.
Al principio planteé que El Uno en sí mismo es imperfecto, un germen, un
comienzo, este planteamiento podría ser tomado como una herejía, como un
concepto nihilista, y en el menor de los casos como un dislate.
Como una herejía, o como un concepto nihilista, por cuanto, analizada
aisladamente se podría columbrar que implica la negación del G.º. A.º., habida cuenta que El Uno es el G.º.A.º. D.º. U.º.
Como un dislate porque, supuestamente, estaría vulnerando el
principio/ley en cuestión, el cual, abundando, señala lo siguiente: “Todo está
contenido y sustentado en y por la unidad, todo se conserva, vive, es y existe
en la unidad”, más aún: “Todo se disuelve y desaparece en la unidad”.
A la luz de estos conceptos mi exposición sobre La Unidad podría tenerse
como un despropósito, y así sería si no tuviese como contraparte la aceptación
de la unión del Uno con el Uno, pero no el Uno absoluto sino el Uno de
naturaleza opuesta.
A objeto de presentar de manera más “clara” mi propuesta traigo a
colación una especulación del Materialismo Dialéctico, la cual, palabras más,
palabras menos, dice: “Dios existe porque el hombre es”, o lo que es lo mismo:
De no existir el hombre, conocedor y consciente de la existencia de Dios, tal
Dios no existiría, de igual manera Santo Tomás de Aquino (menos mundano que el
Materialismo Dialéctico) pretende demostrar la existencia de Dios partiendo de
la existencia del mundo: “Cuya causa necesaria no puede ser sino Dios”.
Como ejemplo de “Uno”, o de “La Unidad” tan sólo podemos citar a Dios,
quien, según la Escuela de Elea o Escuela Eleática, es un ser único, inmóvil e
inmutable.
EL DOS
Representa la dualidad; por medio del uno y de su unidad opuesta, o de
sus elementos asociados, es como una
“cosa” puede manifestarse en su naturaleza dual, tanto positiva como negativa.
Cuando se tiene (en singular) “dos”, se tiene “uno” más su “compañero”…
su opuesto… su afín, afinidad que debe ser (en cierto modo) de naturaleza
opuesta, ya que de otra manera no se tendría “dos”, sino “uno” repetido dos
veces.
El número dos no representa uno y uno, es decir dos uno, sino un uno
debidamente emparejado con otro para hacer dos.
Se pueden tener cuatro “uno” (en singular), pero ello no constituye
cuatro, siempre serían cuatro unos separados, no unidos.
Abundando: Uno(A), representando un elemento negativo, buscará a Uno (B),
su compañero positivo, y Uno (B) estará en busca de uno (A); cuando se unen, se
funden el uno en el otro y llegan a ser la expresión perfecta del elemento que
está en ellos de manera separada y unida al mismo tiempo, v.gr. el hombre y la
mujer, el flujo negativo y positivo de la electricidad, la claridad y la
oscuridad. Todos estos elementos tienen un fin específico en su unión, en su
dualidad, y no es otro que la creación de un tercero.
Todas las escuelas filosóficas y las religiones aceptan la dualidad como
una condición “sine qua non” de la creación, pudiendo citar, de los medios
budistas, a Kapila, conocido como el Samkhya Sutra, el cual adopta la posición
de un realismo dualista, donde el espíritu y la materia constituyen dos
realidades; de igual manera la escuela china Yin-Yang-Kia concluye en un
dualismo determinante al expresar que: “El Yin y el Yan, femenino, pasivo, obscuro,
y masculino, activo, luminoso, respectivamente, “son las fuerzas cósmicas que
rigen el mundo”.
Como corolario concluimos que: aunque todo sea uno en esencia, se
manifiesta como dos, estando así, unidad y dualidad, íntimamente concatenadas,
siendo la primera la absoluta, y la segunda la relativa.
La dualidad en su antinomia, o dicho de otra manera, (permítaseme el
oxímoron) en la unión de sus pares opuestos pero perfectamente afines,
constituye el mundo de los efectos y la ley que gobierna toda manifestación, la
dualidad, signa, señala o demarca el mundo de los sentidos.
EL TRES
Así como El Uno necesita de su “par opuesto” para manifestarse (teniendo
implícita en su esencia la dualidad), ella, la dualidad, conlleva en sí misma
el intermedio equilibrador, feneciendo de esta manera la rivalidad o conflicto
existente en los pares opuestos, lo que en una feraz procreación da, como
resultado, el impulso evolutivo y progresista.
El hombre y la mujer engendran al hijo, corroborando la idea de
existencia del ternario, a raíz de la conflictividad dual.
La representación geométrica de “Trinidad” es la primera y más sencilla
de las figuras planas, la cual se origina, indefectiblemente, siempre que
tratamos de unir los lados o líneas divergentes del ángulo, por medio de una
línea horizontal.
La conclusión de una idea, o de una hipótesis, el encuentro mismo de la
verdad, tienen, necesariamente, que ser sometidos al examen de la tesis y la
antítesis, al acucioso estudio del “pro” y el “contra”, los cuales: tesis y antítesis,
pro y contra, siendo duales originan el ternario… la verdad… la solución.
El Azufre (energía activa, fuerza universal, principio creador,
electricidad vital), y la sal (principio atractivo, magnetismo vital, fuerza
conservadora y fecunda) ocasionan el mercurio, elementos estos que nos son
conocidos desde el C.º. de R.º.
El triángulo ha sido considerado siempre símbolo de armonía y sabiduría,
y cuando es equilátero simboliza la perfección, y es este “triángulo
equilátero” el que se encuentra al O.º. de todos los TT.º. masónicos en todas las L.º. M.º., el ojo que se encuentra en su centro es el
símbolo de la conciencia del ser, que es el primero y fundamental atributo de
la realidad.
Nada mejor que este símbolo para representar la realidad y su manifestación
ternaria en los tres lados que lo constituyen, y nada más apropiado para ser
colocado en aquel simbólico O.º., en el cual únicamente la realidad puede ser
encontrada.
Como resultado de lo expuesto en párrafos anteriores valdría decir que
el dos se manifiesta en un tercer punto… el “uno” busca su otra mitad, su
compañero (el dos), y cuando ambos se unen, o se relacionan entre sí, procrean
un tercer estado, resultado de su unión. Esta tercera condición o estado es el
punto de manifestación, o el símbolo de la Creación Perfecta.
Freddy del Moral
P.
M.º.M.º.
P.º.M.º.
Hijo de la Resp.º. Log.º. Sol de Aragua Nº 96 O.º.
de Maracay Edo. Aragua - Venezuela.
Ex V.º.M.º. de la Resp.º. Log.º. Guacara Nº 190
O.º. de Guacara Edo. Carabobo – Venezuela.